martes, 3 de abril de 2012

Periodismo, lealtad e independencia


Acontecimientos con amplia repercusión informativa como las pasadas elecciones autonómicas en Andalucía, la reciente huelga general o la elaboración de los Presupuestos Generales del Estado nos han mostrado, en los medios de comunicación, un cuadro inundado de realismo que llevan meses insinuando pinceles, o mejor dicho plumas, con técnicas impresionistas.

Los titulares de portada de algunos de los principales diarios de la ciudad respecto al paro laboral de la pasada semana le quitaban a cualquiera las ganas de informarse, lo que se transformaba en el impulso de reciclar las páginas de lo periódicos para pasar directamente a profundizar en las últimas tendencias en moda de baño o en las propuestas más favorecedoras en maquillajes de Telva o Elle. Al menos en estas publicaciones encuentras lo que buscas. Te dan lo que ofrecen. Tres portadas sobre la mesa. Del mismo día. Objetivo: obtener información sobre la repercusión de la huelga general en España. Titulares de portada: ‘Paro masivo’, ‘Derrota sindical’, ‘Huelga a medio gas´’… Resultado: a aquel lector que quería informarse se le queda cara de imbécil o, más bien, de “éstos piensan que soy imbécil”.

El periodismo, y para huir de abstracciones, los periodistas, debemos saber diferenciar claramente entre los conceptos de  independencia y lealtad. Que trabajemos para El País, El Correo de Andalucía, El Mundo, ABC o La Razón no lleva implícito que dejemos que la línea editorial de cada uno de ellos devore nuestro principal deber: informar al ciudadano. La tendencia actual lleva a la polarización mediática, a la desinformación del lector y, lo que es más grave, al progresivo desinterés del ciudadano por la prensa, por su contenido. Sobre todo de aquel que busca pensar y no que le ofrezcan adherirse a un catálogo de ‘pensamientos a la carta’. Quién busca pensar a la vez que informarse se topa con la imposibilidad de ver las cosas desde distintas perspectivas, de sopesar distintos puntos de vista. El lector de un periódico ‘de derechas’ no contempla la posibilidad de que un planteamiento ‘de izquierdas’ sea viable, y viceversa. Llevado al extremo, el periodista contribuiría a crear ciudadanos con pensamientos estancos, planos, sordos ante argumentos contrarios a los propios, a los conformados por su mancheta de cada día.

Y por si fuera poca parcelación ideológica la que observo en los medios de comunicación tradicionales, las redes sociales multiplican ese efecto. Muchos de los periodistas que participan a diario en ellas opinan sin desmarcarse un centímetro de la línea editorial de su periódico y sin dar un margen a la crítica de cualquiera de las medidas, declaraciones, actuaciones de los miembros del partido identificado con dicha línea editorial. La lealtad a un medio de comunicación, a una entidad, a un partido político o a una institución, no debe estar reñida con la independencia del periodista de prensa escrita, radio, televisión o gabinete. Debemos cumplir nuestra labor social, sin olvidar nunca quién nos paga. Debemos ser periodistas, no voceros, no amplificadores de mensajes, sin abstraernos de para quién trabajamos: para el ciudadano.

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